Me tocas y noto un calor...
mi piel dormida despierta, se sorprende...
Me miras,
y siento una encendida tarde de verano
prendiéndose en mi pecho.
Me besas y me hago líquida,
me hago espuma.
Me hablas,
y me agito entre suspiros,
diriges mi respiración
con batuta experta
y me desplazas
me elevas
me haces parte...
La realidad se queda, ahí;
en otro plano.
la cordura se ríe,
el cerebro, me exige demasiado.
Quiero ser prudente
repasar los mandamientos;
mi madre, mi padre, mi maestra...
La cabeza me estalla.
¡A la mierda!
Una fiebre delatora abandona a la inocencia
el cuerpo se abre
no se resiste
no se frena...
Qué sensual, Begoña, lo has dejado en el punto álgido, ¿Hablas quizás de la situación en la que se encuentran los creyentes de las religiones que condenan el sexo?
ResponderEliminarMe ha gustado mucho
Besos y abrazos.
Javier, estoy tan harta de situaciones como la del poema, que quizás para nosotros puedan parecer lejanas, pero sí, a diario el placer se condena y hay que mandarlos a la mierda.
ResponderEliminarGracias por venir.
Besos y achuchones.