Sentir la apisonadora de la vida en las sienes
los derrumbes en el estómago
la falta de apego al dolor ajeno
una realidad en cada rostro inacabado
las sobras que el dios noctámbulo
dejó sobre la mentira
pero, a pesar de este lánguido rodar
de este lento y jadeante resistir
la necesidad de amar se abre paso
descorre las cortinas
te sorprende indefenso
como ayer cuando tenías trece años
y creías que la vida era así
como estar en babia.
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