UN TIPO SENCILLO



Simón era un tipo callado, con poca chicha, poco pelo, y a sus casi cuarenta años, nadie le había visto con una chica de la mano. Sus padres eran mayores cuando le adoptaron y lo dejaron huérfano en la veintena. Sin hermanos ni nadie a quien recurrir, vivía la soledad en principio obligada y luego con el paso del tiempo elegida.
En su taller heredado de su padre, se dedicaba a arreglar cualquier cacharro que en sus manos cayera. Era muy apreciado por sus clientes, casi todos hombres mayores, que alababan cómo era capaz Simón, de hacer posible que sonara aquel viejo transistor, que la plancha de la abuela volviera a calentar, o incluso como con Paquito, el de Manolo "el manco", cuando llegó a su portón llorando porque tenía que meter un barco en una boltella...
Pero a lo que más tiempo y esmero dedicaba, era a su Panda, el coche que había sido de su padre y que con orgullo paseaba por el barrio, cuando el vehículo decidía arrancar. Era los Jueves cuando lo aparcaba delante del Bar del Tuerto, una tabernita  que en los años ochenta, se hizo muy popular por vender a granel todo tipo de líquidos, incluído el famoso aceite de colza, que distribuía su antiguo propietario y que tanto dolor trajo a los vecinos. Cuando la taberna se convirtió en el Bar del Tuerto, nadie apostaba por aquel antro de perdición, como le denominaban los que nunca se asomaban por allí, o sea, el párroco don Florencio y las beatas que formaban su séquito. Atribuían la perdición de los jóvenes y su alejamiento de la iglesia, a la música que sonaba allí, que decían era demoníaca... Aunque se empeñaron en acabar con él, el garito resistió y se fue convirtiendo en testigo de la vida de sus vecinos.
Simón, por supuesto, esos años los pasó de largo, estudiando y alejado del mundanal ruido gracias a la protección de sus padres, por lo que, la adolescencia no dejó  en él ninguna de las huellas que ha de dejar, tan sólo una cara en la que se cebó el acné, que le hacía todavía menos agraciado y burla de todos con los que ahora, una tarde a la semana repartía cartas.
-¡Qué con la churri en la puerta! se mofaban los compañeros de partida.
Simón, bajaba la cabeza, aguantándose el dolor que le producían esas palabras y las consabidas carcajadas de los presentes.

Aquella mañana de jueves, se levantó muy temprano. Después de acicalar a Merche, que era como llamaba cariñosamente al coche, se metió en el taller. Esa tarde tocaba partida y no quería volver a escuchar lo de siempre. Pero hasta entonces, no había tenido agallas para decidirse a hacer lo que en su interior se estaba fraguando. Había visto en el periódico varios anuncios interesantes, entre ellos dos que le servirían. Llamó al primero y el asunto quedó apalabrado. Luego se decidió por marcar el segundo, éste le ponía más nervioso...
-Agencia Pasarela. Modelos pulse uno. Acompañantes pulse dos. Servicio de masajes pulse tres...
Simón obedeció y pulsó el dos.
-Hola, soy Mónica, ¿cómo te llamas? le contestó una voz cálida, pero no tan sensual como había imaginado.
-Sí, mire señorita, me llamo Simón... Lo que preciso es... Que pase el día conmigo... Como si fuera mi prometida.
-Bueno Simón, son quinientos euros, ¿estás de acuerdo? no me gusta llevarme sorpresas.
-Sí, por supuesto... Una cosa muy importante señorita, el atuendo ha de ser discreto, yo soy un tipo muy sencillo y mi novia a de ser igual.
-No temas que soy actriz, esto lo hago porque no hay forma de conseguir un papel, pero no creas que soy una puta...
-No por favor, no he querido ofenderla.
-Vale, no te preocupes, ¿dónde nos vemos?
-Sí, disculpe, calle de las Ursulinas nº9
-En una hora estoy allí.
-De acuerdo.
Simón pensó que tenía el tiempo justo. Era increible, pero no estaba nervioso, de repente sentía una gran seguridad en si mismo.

La chica llegó a la hora pactada y después de una toma de contacto y advertirle sobre las personas con las que se cruzarían, enseguida salieron de la mano por el barrio. Simón sentía las miradas clavándose en ellos, los cuchicheos a su espalda, la perplejidad en la cara de todos, e incluso la envidia. Eso le hacía sentirse poderoso. Después de exhibir a su novia por las calles, comieron en el mejor restaurante y las muestras de complicidad y cariño fueron dignas de un Oscar...
En el Bar del Tuerto, la comidilla esa tarde era la novia del Simón, algo inaudito y que les tenía estupefactos, sin poderse concentrar en otra cosa... Que si los han visto en el parque, que si en la plaza, que si acá, que si allá...

Y claro, cuando vieron por fin aparecer a Simón en su Panda resplandeciente y a su copiloto. Una mujer preciosa con una cabellera negra y un traje chaqueta color miel, a juego con sus ojos... La boca de aquellos necios, la mandíbula de aquellos que le faltaban al respeto continuamente, no se volvió a cerrar...
Porque a Simón también le acompañaba en la guantera, una pistola que desenfundó con pericia y cuyo cargador vació equitativamente entre los presentes.

8 comentarios:

  1. Cuanto de grande es el odio y el resentimiento que una persona es capaz de contener antes de explotar

    un abrazo

    ResponderEliminar
  2. La gente puede llegar a ser muy cruel.
    La humillacion y la venganza son malos consejeros

    ResponderEliminar
  3. buen relato para dejar a las claras, y desnuda a la puta crueldad que dia a dia nos machaca bego.

    ResponderEliminar
  4. muchas gracias a ti...

    tengo ganas de conocer más a simón pero últimamente nunca tengo tiempo

    (lo dejo pendiente)

    mua!

    i

    ResponderEliminar
  5. Ana, así es, gracias por seguirme.
    Besitos.

    Josechu, sí muy malos consejeros.
    Achuchón.

    Pepe, tengo que hacerle algún retoque, pero me gusta que te guste.
    Abrazo.

    Ángel, es que es muy fácil hacer leña del árbol caído.
    Te abrazo.

    Jose, tanto como grandioso, Pero se agradece.
    un cariñito.

    Isabel, qué sorpresa, te agradezco mucho que te asomes, estás en tu casa.
    mua!!!

    ResponderEliminar
  6. Gran remate Bego, muy muy buen relato.

    Me ha gustado mucho!!

    Un abrazo!

    PD: escribes muy bien en prosa, creo que ya te lo dije alguna vez, pero aprovecho la ocasion para repetirtelo :)

    ResponderEliminar

Regálame tus palabras...