Comulgué con la locura
salí corriendo sin dirección
perdí el sentido
lo que sonaba...
Reclamé a los dioses
para conseguir lo perdido.
Estuve sorda
estuve muda
mancillada, rebajada, descontada...
Escuché sonidos que ahogaban
que no cantaban
que no calmaban,
sonidos asesinos
roncos
podridos.
Me apagué
y me abrazó la soledad infinita.
De repente
el genio aludido
lo eterno que fluye
que en el aire
que en las voces
que en los dedos...
La música vence
allana
perdona,
resucita.
Aladino nunca falla. La música tampoco. Te cantaría si pudiera.
ResponderEliminarDe momento, te abrazo.
En la música somos lo que queremos ser: refinamos la tristeza hasta la categoría de la nostalgia y olvidamos, sí, las posibilidades asesinadas que a cada minuto se nos van.
ResponderEliminarUn abrazo.
eres la voz de lo eterno que fluye.
ResponderEliminarUn abrazo.
la música es una fuerza capaz de amansar fieras
ResponderEliminarun beso
La música lo dice todo sin mediar palabra. ¡Quién pudiera!
ResponderEliminarUn saludo
por supuestísimo bego y todo aquel que canta su mal espanta. como decía manolo garcía.
ResponderEliminarbesote
Gracias por acudir a la cita y dedicarme palabras, que me hacen sentir parte de esta aventura que me propongo cada día. La escritura sana y la música cicatriza, por lo menos hoy.
ResponderEliminarArrumacos a tutiplén.