Deja que me salve la palabra...
Una vez más,
me apoyo abandonada
a la quietud impenitente
que ofrece su música.
Sonora maravilla primera...
Deja, que atrape en el aire:
El soplo repentino
la ráfaga atrevida
el sonido minúsculo...
Arrepiéntete,
pretendes que calle el poeta.
Nadie dirige a las palabras.
Llegan
se van
suben y palpitan
a un ritmo, libre...
Prolongan la agonía
del que no quiere escuchar.
Déjame, la luz que tanto ansío.
Necesito la verdad,
necesito el sosiego,
en mi sentir agitado
por el latido del mundo,
vestido de lodo.
Vete,
eres el lacayo preferido
el sirviente más fiel,
el traidor más consecuente.
Sin tí,
la palabra arrojada caería a mis pies.
Contigo,
se mancilla al pensarla.
Y que bello es que nadie las dirija. Buen poema.
ResponderEliminarBesos.
Muy bueno. Me gusta.
ResponderEliminarbesazo
Chicos, muchísimas gracias por venir, soy más majos...
ResponderEliminarBesitos, besazos, besotes...
Sí, la palabra viene y vivifica. Que nadie las mancille es una de mis obsesiones, que nadie nos las robe.
ResponderEliminarBegoña, que bonito poema, muy sentido, con la palabra como protagonista.
ResponderEliminarBesos,Z.