Desátame
destápame
descúbreme...
Rompe el silencio que me ordena
la canción perpetua,
la sirviente adormecida
la anestesiada persona que soy
te ofrece su corazón
cómelo,
te ofrece su piel
vístela,
te ofrece su cordura
atrápala.
Extiendo mi alma al resplandor del cielo
al fulgor de paraíso.
Constrúyeme en tu vientre
y átame a él...
Te amaré,
pero resucítame
lánzame la sílaba certera
al kilómetro exacto,
donde derrito mis naves
donde recojo mi cuerpo.
Para habitar lo invisible
sólo necesitas saber de mí,
cuál es la distancia
que me separa de tu respiración.
sin respiración me has dejado.... o mejor dicho palpitando a toda máquina
ResponderEliminarme lo llevo a fb
gracias guapa y besicosssss
Ante un poema como este, quedo sin palabras, puedo sólo aplaudirte. Bravo, Begoña.
ResponderEliminarUn abrazo.
Leo
Un final fantástico para un poema que se precipita con vehemencia.
ResponderEliminarBesos, zamorana.
PS. me encantó escucharte en la radio.
Un poema contundente, vehemente, un torrente de palabras encauzadas con un ritmo poético que se precipita como un río en época de deshielo.
ResponderEliminarMe gustó.
Besos, Begoña.
¡... GENIAL...!
ResponderEliminarel Bluesman se te presenta...
ResponderEliminaren este rincón tuyo, donde te ofreces
y de qué manera...
iré observando los manjares antes de tomar y soltar ese son al aire que te lleva...
Abrzs. gracias.